Comparto el texto con el que participo en la antología "Los 43. Poetas por Ayotzinapa" y que se presentará el próximo 9 de abril en México.
CUARENTA Y TRES SILENCIOS
y lo dejan a uno tirado a media calle
con los oídos despedazados
y una arrugada postal de Chapultepec
entre los dedos.
Efraín Huerta
Hoy escribo con el corazón de otro. De muchos otros, que permanecen agazapados, escondidos, administrando el silencio para no molestar a los amos de un país quebrado. Escribo desde cualquier callejón de Iguala donde tratan de dormir los infectados por el miedo, mientras sueñan que mañana quizás, amanezca de nuevo.
Soy los ojos del niño Efraín Huerta. Un niño quieto frente a un autobús en Iguala que, salpicado por la sangre y la tinta de los cuerpos sin vida, muere también, asombrado por tanta carne joven mancillada por la pólvora.
Soy el plato que sobra en la mesa, un hueco, una sombra en los ojos que ya no pueden mirarme. El cuerpo que no duerme en la cama, que no habitará jamás la habitación familiar. La dolorosa quietud de los libros, los cuadernos, los diccionarios. Una pertinaz pesadumbre de ancho cementerio, porque a todos nos ha sepultado el silencio y la tierra.
Hoy escribo con el corazón de otro. De otros sentenciados por la narco/patria, la narco/policía, el narco/político, el narco/presidente. Narco/silencio, narco/plomo, narco/desaparecidos, narco/muertos. Sentenciados por la grandísima gran narco/chingada a no levantar la voz, ni la pluma, ni el cincel, ni el lienzo. Tengo hoy al escribir, el dolor los cipreses en la punta de los dedos.
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